El centro de Cerdeña generalmente no se considera un foco de innovación: árido y rural, algunas de sus señales de tráfico plagadas de agujeros de bala hechos por lugareños que practican tiro al blanco, el entorno recuerda un western de Clint Eastwood. Sin embargo, en Ottana, en el terreno abandonado de una antigua planta petroquímica, está tomando forma una nueva tecnología que podría ayudar al mundo a frenar el cambio climático. El componente clave de esta tecnología es tan improbable como su ubicación remota: el dióxido de carbono, la principal causa del calentamiento global.

Energy Dome, una nueva empresa con sede en Milán, gestiona una planta de demostración de almacenamiento de energía que ayuda a abordar un desajuste en el mercado eléctrico local. “En Cerdeña, durante el día, todo el mundo va al mar”, afirma Claudio Spadacini, director ejecutivo de Energy Dome. “No utilizan electricidad, pero hay mucha oferta”, añadió, refiriéndose a la abundante luz solar de la isla italiana.

Energy Dome utiliza dióxido de carbono contenido en un enorme globo, el “domo” del nombre de la empresa, como una especie de batería. Durante el día, la electricidad de la red local, en parte producida por campos cercanos de células solares, se utiliza para comprimir el dióxido de carbono hasta convertirlo en líquido. Por la noche, el dióxido de carbono líquido se expande nuevamente hasta convertirse en gas, lo que impulsa una turbina y produce electricidad que se envía de regreso a la red.

La energía solar y eólica son fuentes renovables de rápido crecimiento, pero dependen del cronograma intermitente de la naturaleza para producir electricidad. Muchos investigadores y formuladores de políticas dicen que almacenar esa energía hasta que sea necesaria, durante horas o incluso días, es clave para que las economías abandonen los combustibles fósiles. “Avanzar en las tecnologías de almacenamiento de energía es fundamental para lograr una red eléctrica descarbonizada”, dijo Jennifer M. Granholm, secretaria de energía de EE. UU., en una declaración de 2022, cuando su departamento anunció que comprometería más de 300 millones de dólares para el almacenamiento de energía de larga duración. .

Las empresas están desarrollando y comercializando formas variadas y creativas de almacenar energía renovable: licuar dióxido de carbono, desoxidar el hierro, calentar torres llenas de arena a temperaturas casi lo suficientemente altas como para fundir el aluminio. Pero predecir nuestras necesidades de almacenamiento de energía en el futuro, después de una enorme transformación energética, es una perspectiva desalentadora, y no está claro cuál de estos enfoques, si alguno, resultará eficaz y rentable.

“Existe una verdadera urgencia en torno a la descarbonización de la electricidad en un cronograma mucho más rápido de lo que hemos contemplado en el pasado”, dijo Elaine Hart, directora fundadora de Moment Energy Insights LLC, una consultora de energía limpia. “Hoy no necesitamos tecnologías como el almacenamiento de energía de larga duración o el hidrógeno, pero podríamos necesitarlas a gran escala en los próximos 15 a 20 años, por lo que estamos en un momento crítico para su desarrollo”.

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