El presidente Trump dio un golpe inesperado el jueves a los grandes bancos que han aplaudido su regreso al cargo, al plantear quejas republicanas de larga data de que son discriminados por los principales prestamistas.
El momento llegó casi como un aparte, mientras Trump participaba virtualmente en una sesión de preguntas y respuestas con ejecutivos reunidos en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza.
Su interlocutor, Brian T. Moynihan, director ejecutivo del Bank of America, formuló una pregunta de memoria y preparada sobre los planes de la nueva administración para la economía.
Trump culminó una respuesta de casi dos minutos observando:
“Por cierto, hablando de usted (y ha hecho un trabajo fantástico), espero que empiece a abrir su banco a los conservadores, porque muchos conservadores se quejan de que los bancos no les permiten hacer negocios dentro del banco, y eso incluye un lugar llamado Bank of America”, dijo Trump.
Continuó, refiriéndose al director ejecutivo de JPMorgan, Jamie Dimon (que no estaba en el escenario): “Ustedes, Jamie y todos, espero que abran sus bancos a los conservadores, porque lo que están haciendo está mal”.
Moynihan respondió con lo que parecía ser una risa nerviosa y cambiando de tema a la Copa Mundial del próximo año.
Un portavoz del Bank of America, Bill Halldin, dijo más tarde en un comunicado que el prestamista nunca cerró cuentas por razones políticas, sino que estaba “obligado a seguir extensas reglas y regulaciones gubernamentales que a veces resultan en decisiones de abandonar las relaciones con los clientes”.
El giro de Trump hacia el tema fue una sorpresa en ese momento, sobre todo porque los banqueros se han mostrado entusiasmados con su segundo mandato, que esperan que desencadene una era de obtención de ganancias alentada por regulaciones relajadas. Sin embargo, el tema de la discriminación política es un tema muy trillado que Trump mencionó ocasionalmente durante su campaña.
Durante años, los conservadores se han quejado de los programas de diversidad, equidad e inclusión de los grandes prestamistas y de la reducción de las inversiones en combustibles fósiles y energía. También han acusado a los bancos de cerrar cuentas o desbancarizar a grupos religiosos.
Esas preocupaciones se han hecho eco de los partidarios de las criptomonedas y de destacados capitalistas de riesgo que ahora constituyen un importante bloque de apoyo a Trump. También fueron objeto de una carta el año pasado de los fiscales generales republicanos al Bank of America que decía que el prestamista era “responsable de algunos de los casos más conocidos de desbancarización”. Bank of America respondió con una carta negando las acusaciones.
En respuesta a las quejas de desbancarización, los grupos bancarios generalmente responden culpando a las regulaciones que les exigen identificar y cerrar automáticamente cuentas que muestren actividades sospechosas asociadas con el lavado de dinero. Señalan que las quejas sobre tales cierres provienen de clientes grandes y pequeños de todo el espectro político.
Una portavoz de JPMorgan, Patricia Wexler, dijo que la responsabilidad recaía en la “ambigüedad regulatoria”.
“Seguimos la ley y la orientación de nuestros reguladores y desde hace mucho tiempo hemos dicho que hay problemas con el marco actual que Washington debe abordar”, dijo en un comunicado.