El director Romeo Castellucci llega al final de una colaboración de cuatro años con el Teatro Trienal de Milán. Además de producir una serie de programas (ver mi reseña de su versión de la novela de Racine berenice), esta figura visionaria también ha dirigido talleres, como Ocultación (2021), La quinta pared (2022), El paso (2023), cuyos resultados se han presentado como una performance abierta al público. En diciembre de 2024, después de un taller de quince días con quince participantes, a lo largo de dos meses, Castellucci, junto con Silvia Rampelli y el apoyo de especialistas de diversas disciplinas, presentaron La visita (La visita). El subtítulo de La visita‘Be available for the Unavailable’, ofrece una fuerte pista de lo que trata la actuación, o al menos cómo la interpreté: estar preparado para sobresaltarse, para desviarse del camino, para encontrarse preguntándose sobre la apariencia de una cuerda. de personajes misteriosos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, que se mueven entre los miembros del público, ubicados en el escenario del Teatro Triennale. Antes de que los espectadores entren al escenario, se nos dice que no vayamos más allá de una larga línea blanca que corre hacia el fondo del escenario, una regla simple pero necesaria, que nos separa a nosotros –el público– de lo que es un auditorio totalmente vacío. Castellucci, por lo tanto, ha privado a los miembros del público de su posición y punto de vista cómodos y “protegidos” en una representación teatral más tradicional. En cambio, nos coloca en el corazón mismo de la acción en vivo, en el escenario. En la penumbra, acompañados por un paisaje sonoro en constante cambio, somos testigos de una serie de actuaciones en solitario. Las figuras aparecen de la nada, posicionándose en diferentes áreas del escenario, a veces torciendo sus cuerpos en formas nuevas y sorprendentes. Sin decir una palabra, como si estuvieran viviendo una pesadilla, parecen ajenos al hecho de que están en el escenario y siendo observados. Una mujer revolotea entre nosotros, encendiendo y volviendo a encender una pequeña vela, produciendo una ola de movimiento en la audiencia mientras continuamente nos reposicionamos para seguir y observar sus movimientos. De repente, un hombre más joven aparece iluminado al otro lado del escenario. Está doblado en dos, sin que se le vea el rostro y con el pelo cayendo. En el teatro poco iluminado, poco a poco comienza a ponerse de pie, mostrando su cuerpo desnudo. Procede a desollar sus brazos en alto, con los ojos mirando hacia arriba, evocando una variedad de emociones que van desde el desconcierto hasta la empatía. Castellucci ha creado imágenes silenciosas y en movimiento pulidas a partir de cuerpos, que dejan a los espectadores libres para interpretarlas a voluntad. Las únicas palabras pronunciadas durante lo que duró una hora de actuación provienen de fuera del escenario, pero, desafortunadamente, me resultó imposible descifrarlas desde donde estaba. Una pantalla gigante muestra de repente a un joven ciervo dando sus primeros pasos en una especie de recinto. De vez en cuando, parece mirar en nuestra dirección, mostrando más curiosidad que cualquiera de los artistas que lo precedieron. Cae de rodillas, pero luego se levanta moviéndose torpemente antes de desaparecer de la vista. Salí de esta actuación cuestionando mi papel de crítico. ¿Quién soy yo?, me pregunté, para decir La visita significa esto o aquello. Quizás la clave sea simplemente sumergirse en el espectáculo y disfrutar de su misterio en constante desarrollo.
Esta publicación fue escrita por Margarita Rosa.
Los puntos de vista expresados aquí pertenecen al autor y no reflejan necesariamente nuestros puntos de vista y opiniones.
La versión completa del artículo The Visit está disponible en The Theatre Times.