evidencia sólida, basada en los testimonios de traficantes violentos y mentirosos profesionales motivados por la venganza y los acuerdos para salir de la cárcel. Es importante destacar que las pruebas revelaron posteriormente que varios de estos delincuentes, incluso antes y durante sus interacciones con funcionarios estadounidenses, habían tratado de tender trampas a otros y fabricar pruebas que podrían ofrecer posteriormente al Departamento de Justicia a cambio de sentencias reducidas. Algunos de estos esfuerzos tuvieron éxito, otros fracasaron y, en ciertos casos, los individuos participaron voluntariamente en actos delictivos. Sin embargo, permanecí completamente fuera de su alcance, dejándolos sin nada que fundamentara sus falsas acusaciones. Un ejemplo sorprendente es el narcovideo, grabado antes de las elecciones presidenciales de 2013, que muestra a altos miembros del Partido Libre, de izquierda radical hondureño, negociando sobornos con traficantes, incluido uno que luego testificó contra mí en el tribunal sin ofrecer la más mínima prueba. El Departamento de Justicia y los fiscales de Nueva York tienen este narcovideo desde 2013, pero nunca tomaron medidas al respecto. En el mismo vídeo, grabado pocos días antes de las elecciones generales de 2013, estos narcotraficantes se referían al partido de izquierda radical Libre, en sus propias palabras, “aquí no tenemos alternativa” y “ésta es la única”. También instaron a otros traficantes a brindar apoyo financiero al Partido Libre para impedir el éxito del Partido Nacional y mi victoria electoral, plenamente conscientes de que si yo prevalecía, sus cárteles serían desmantelados mediante extradiciones y una aplicación rigurosa de la ley, como de hecho ocurrió durante mi mandato. En la misma grabación, señalaron que una victoria de Libre haría retroceder la extradición y las leyes y políticas que yo había implementado, como presidente del Congreso, para restringir sus operaciones. Si se consideró que las pruebas claras y registradas eran insuficientes para procesarlos, ¿cómo puede justificarse mi condena, basada únicamente en las palabras de criminales vengativos? Los casos que involucraban a funcionarios de alto rango del Partido Libre de izquierda radical no fueron procesados, mientras que el mío avanzó solo porque el Departamento de Justicia de Biden-Harris persiguió una agenda política para empoderar a sus aliados ideológicos en Honduras, el Partido Libre de izquierda radical, alineado con el régimen venezolano y consistente con la agenda regional de la administración Biden-Harris. Es una amarga ironía que, mientras arriesgué mi vida y la de mi familia para implementar políticas férreas contra el narcotráfico y el crimen organizado, ahora se me condene injustamente y sin pruebas. Desde que fui congresista, presidente del Congreso y durante toda mi administración presidencial, existe un conjunto sustancial de pruebas que demuestran tanto mi inocencia como los vínculos de ciertos funcionarios hondureños actuales con narcotraficantes, pruebas que fueron bloqueadas deliberadamente por la fiscalía y el juez durante mi juicio amañado. Mi defensa se vio aún más comprometida por la asistencia ineficaz de un abogado, ya que mi abogado contratado estaba enfermo, no citó a testigos cruciales y había interrumpido la comunicación conmigo, mientras que al abogado designado por el tribunal sólo se le dieron tres semanas para prepararse para el juicio. Documentos clasificados y no clasificados en poder de múltiples agencias estadounidenses, incluidos el Departamento de Estado, el Comando Sur, la DEA, la CIA, el Departamento del Tesoro y Seguridad Nacional, dan fe de la cooperación sin precedentes que mantuve con su administración para desmantelar los cárteles, extraditar a los narcotraficantes a los Estados Unidos y combatir el crimen organizado. Estos registros, junto con los Informes sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos transmitidos al Congreso por tres presidentes de los Estados Unidos, confirman los resultados históricos que logramos. Durante mi administración, defendí iniciativas de seguridad claves como la reforma constitucional para permitir la extradición, la Ley de Confiscación de Activos y la Ley Especial Contra el Lavado de Dinero, medidas tan temidas por los traficantes que me expusieron a amenazas de muerte y narcoterrorismo en una escala comparable a la de Colombia durante los años 80 y 90. Teniendo en cuenta este historial comprobado de cooperación y reforma, y el hecho de que tomé medidas que nadie más se había atrevido a implementar, cualquier acusación de esta naturaleza debería haberse basado en pruebas innegables e irrefutables, como ha sido el estándar en casos comparables. Sin embargo, a pesar de este historial de cooperación y reforma, fui sentenciado injustamente a 45 años basándose en mentiras no corroboradas de criminales confesos. Según admitieron ellos mismos en mi juicio, estos “testigos” no tenían nada más que su “palabra”, ni videos, ni grabaciones, ni transacciones, ni documentos, ni 2








