“Cuando hacía mi especialidad en oncología empecé a tratar familias que tenían un grave problema: una enfermedad que produce múltiples tumores, y que se hereda”, cuenta Othon Iliopoulos en una charla exclusiva con Clarín. En el mundo es el profesional que más conoce de la enfermedad Von Hippel Lindau (en sus siglas VHL), y pasó por la Argentina para participar de una jornada internacional sobre la misma. Allí compartió una luz de esperanza para quienes padecen esta enfermedad crónica: un medicamento que la combate y que llegaría a nuestro país en 2024.
Iliopoulos, doctor en medicina por la Universidad de Atenas y además profesor asociado de la Facultad de Medicina en la Universidad de Harvard, comenzó a investigar 30 años atrás sobre la extraña enfermedad con la que llegaban algunos pacientes a su consulta. Primero, combatió contra este padecimiento cuando aún no se sabía el nombre del gen que lo producía.
Más tarde, en 1992, pudo conocer la cara de este enemigo silencioso, lento, pero letal: el gen Von Hippel Lindau. Ese único gen, en estos casos que se heredaban de generación en generación, estaba mutado, alterado en el organismo. Desde entonces, se dedicó a profundizar en esta enfermedad dentro del laboratorio en el Centro de Investigación del Cáncer del Hospital General de Massachusetts.
Este raro trastorno genético afecta a 1 de cada 36.000 nacidos vivos, pero ese “caso” en las familias representan muchas veces el 100 % de sus integrantes. Es un síndrome autosómico dominante (lo hereda al menos la mitad de los descendientes). Y aunque la mayoría de tumores y quistes son benignos, todos ellos son persistentes en sus pacientes.
“El problema empieza con la mutación del gen. La codificación del gen se hace a través de una proteína que es la VHL, que es la que se encarga de múltiples funciones, y que cuando no está o está alterada genera múltiples tumores. La función normal de esta proteína es como una aspiradora: busca otras y las limpia. Y si esa proteína no funciona es como una aspiradora que no limpia”, introduce Othon.
Y continúa: “En la enfermedad VHL existe la proteína ‘mala’ y la ‘buena’. La mala es una proteína que se llama HIF (Hypoxia Inducible Factor) y la buena justamente es la proteína VHL, pero como no está porque el gen está alterado, la mala emerge a la superficie”.
Como consecuencia, la gente que tiene esta mutación genética sufre de la aparición de múltiples tumores que aparecen una y otra vez sin área fija: pueden estar en el riñón, en la cabeza, en el cerebro, en los ojos. Además, esta enfermedad se puede desarrollar desde los 9 años en adelante, aunque tiene su punto álgido entre los 30 y los 50 años.
Al no tener síntomas muy claros, ni muy evidentes al principio, lo más frecuente es que las personas que la padecen no vayan a consultas médicas por confundir su situación con estados normales: por ejemplo, un dolor de cabeza que cualquiera puede tener. Ahí se empeora el cuadro porque sin diagnóstico no hay posibilidad de generar prevención de la enfermedad.
Y luego se puede llegar a casos con síntomas más catastróficos, como la pérdida de visión de un ojo por una hemorragia, o una hemorragia cerebral por hemangioma cerebral, o una crisis hipertensiva por un tumor de las glándulas adrenales.
Algo positivo es que este síndrome, al ser monogénico (es decir, al afectar a un único gen), permitió estudiar y aprender mecanismos importantes que han ayudado a descubrir caminos para tratar otros tipos de tumores mucho más comunes en la población general.
Hasta hace poco, la única “solución parcial” (o, mejor dicho, paliativo) que había para atacar el padecimiento Von Hippel Lindau era la cirugía.
“Hacías cirugía para el cerebro, para el riñón, para el páncreas, para todo. Pero los tumores vuelven a aparecer una y otra vez. Se puede definir como una hidra. Lo que ocurre es que la gente pasa por múltiples cirugías, y al final el riñón no funciona, el cerebro tiene traumatismos. Ahora, en lugar de las cirugías, tenemos el Belzutifán, un medicamento que en el 40% de los casos reduce tumores”, cuenta.
Belzutifán: la luz que asoma para los pacientes
El belzutifán apunta al mecanismo por el cual la proteína VHL que debía limpiar a las otras proteínas no puede hacerlo por su gen alterado. Lo que intenta, entonces, es reemplazar esa función.
El especialista confiesa que llevó 25 años de búsqueda de tratamientos poder dar con el medicamento que se acoplara a la proteína mala del mismo modo que lo hace la proteína VHL. Como detalla: “Un medicamento que pudiera entrar por el agujero de una cerradura dentro de la molécula de la proteína HIF, y neutralizarla”.
Iliopoulos señala que desde su aprobación dos años atrás por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) el belzutifán cambió por completo la vida de los pacientes y el futuro del VHL como enfermedad.
Él recuerda la emoción de la primera paciente que lo llamó al enterarse de que ahora existía un medicamento para tratar su problema.
“Ella había perdido la vista y había tenido 4 operaciones cerebrales, y tenía 10 tumores o más en su cabeza. Estaba llorando al teléfono. Le prescribí la medicación, y al día de hoy está mucho mejor, no tiene síntomas, todos los tumores están ahí pero no crecen y vive una vida normal”, comenta.
Othon enfatiza en los resultados que se obtuvieron desde la exposición de los pacientes a este medicamento. En el 40% de los casos, los tumores (sobre todo, en cerebro y riñones) se redujeron. En el 10% desaparecieron (remisión total). En otro 40% dejaron de crecer (remisión parcial). En conclusión, hay un 90% de control sobre los tumores en el tratamiento.
En Estados Unidos el belzutifán es accesible para prácticamente todo el mundo, así como también en Reino Unido. Acá en Argentina todavía no está disponible, pero se prevé que llegue a finales de 2024.
“Este es el primer medicamento, van a haber más. Pero los pacientes que antes se sometían a dos o tres operaciones cerebrales por tumores, ahora con la medicación no van a tener que hacerlo más. Hace una diferencia muy grande en la vida de los pacientes, en la calidad y en sus expectativas de vida”, asegura el profesional.

Más que pacientes
Othon tiene un compromiso con su profesión que emociona. De hecho, para él sus pacientes también se han convertido en familia, debido a la estrecha relación que ha cultivado con muchos de ellos a lo largo de los años.
“Son pacientes de los que cuido porque es un tipo de cáncer crónico. A algunos los conozco desde hace 23 años. Conozco a sus madres y padres, a sus hijos, y todos tienen la enfermedad. Voy a sus bodas, voy a verlos cuando nacen sus hijos. Conozco sus vidas, sus problemas, y sus tumores”, relata.
El buen vínculo médico-paciente es imprescindible para Othon, también en los casos en donde hay parejas que necesitan orientación sobre cómo pueden llevar adelante sus proyectos de familia.
En esas situaciones se realizan consejos genéticos para informar a los pacientes sobre las vías posibles: por un lado, está la posibilidad de tener hijos de forma natural y que puedan heredar en un 50% la enfermedad. Por otro lado, las parejas pueden hacer un proceso de fertilización en el laboratorio, en donde se eligen las células que no tienen la mutación de VHL.
Othon confiesa, con una sonrisa sincera, que después de un recorrido de más de 30 años, le da satisfacción ver ahora a muchos pacientes felices con su nueva realidad.
“Yo me siento un médico muy afortunado porque he visto un cambio muy grande con los pacientes. En el pasado, tenía que enviarlos a cirugía y ahora puedo tratar sus tumores. Seguramente haya algunos que resistan a la medicación y tengamos que encontrar las formas de tratar esos tumores. Pero en el futuro habrá una medicación -esta u otra- que se pueda tomar para prevención y así lograr que los tumores no aparezcan de ninguna manera”, recalca el especialista.
Futuro alentador
A futuro, el panorama sobre esta enfermedad crónica parece alentador. Entre las consideraciones en las que focaliza Othon de cara a los próximos aportes son tres: cómo hacer que los tumores respondan a la medicación si no lo hacen, cómo hacer que los tumores no se vuelvan resistentes y cómo encontrar la forma de prevenir los tumores con medicación.
El belzutifán es un gran avance, pero como dice Othon, el objetivo final es diagnosticar a tiempo y prevenir: “El mensaje para las personas que en Argentina padecen esta enfermedad es que vayan a centros médicos con especialistas que conozcan sobre este problema. No hay que ir a tratarse a cualquier hospital. Se necesitan expertos que se encarguen de este tema”.
Para él, Argentina es un país que demuestra mucho conocimiento en materia de medicina y por eso asegura que disfrutó mucho de la oportunidad de visitar el país y aportar su experiencia sobre esta enfermedad en la jornada internacional sobre VHL. Insiste en que la difusión de información sobre este trastorno genético, indudablemente, puede cambiar vidas.