El algoritmo de Facebook sabe mi debilidad por los Time Lapse, esos videos acelerados que muestran en un puñado de segundos procesos que se hacen a fuego lento. Al abrir la app saltan recetas de cocina, manualidades, restauraciones de muebles. El de hoy fue distinto.
Aparece Jordan Wilson, un joven que desde los 13 años se toma una selfie cada día contra el mismo fondo violeta. Hoy ya tiene 28. En el video pasan 5400 imágenes a toda velocidad, una vida en cuatro minutos.
Wilson, colorado, tez blanca, ojos turquesa, pómulos redondeados al sonreír, arranca a crecer en la pantalla. Las facciones comienzan a estirarse, el flequillo baila frenético en su frente, va y viene el acné.
Sin aviso, la sonrisa de chico desaparece. La cara tiene ahora el rictus serio de las preocupaciones de ser adolescente. ¿En qué foto se dejó de reír? ¿qué pasó ese día? Ya no vuelve, el tiempo avanza. Un graph avisa que ya tiene 16.
Wilson logró estabilizar las fotos y sus ojos siempre miran al lente. Este recurso le agrega una capa más de dramatismo a la composición. Lo vemos estoico contra un entorno que es pura turbulencia.
¿En cuál selfie se esconde el primer desengaño amoroso? ¿el debut sexual? ¿una tarde inolvidable con amigos? ¿cuales fotos se sacó agotado por la constancia que le demanda el proyecto? La vida, más que en los microcambios físicos que deja el paso del tiempo, se cuenta en el hilvanado de esos momentos.
Jordan tiene 28. El semblante en algún momento quedó definido, parece que más o menos tiene resuelto por dónde viene la mano. Físicamente, al menos, hay un adulto. De suéter negro, pelo rapado y barba controlada, en el último cuadro Jordan Wilson regala a cámara una sonrisa.