El padre de Santiago Naselo seguramente no imaginó que al regalarle aquella primera oveja criolla a su pequeño hijo, estaría sembrando la semilla del amor por los ovinos que lo llevaría 34 años después a alzarse con el premio mayor de la raza Hampshire Down en la tradicional Exposición Rural de Palermo y a una venta excepcional de $ 2,5 millones por ese Gran Campeón.
Tito, el abuelo materno de Santiago fue el fundador de la cabaña Don Marcial de ganado bovino en la localidad cordobesa de Calchín Oeste, un lugar que Santiago disfrutó plenamente durante su infancia. “Mi mamá es ingeniera agrónoma, de las primeras generaciones de ingenieras recibidas en la Universidad de Córdoba, y nos llevaba siempre al campo. Yo mamé esa cabaña porque iba desde la panza de mi vieja. Ella se casó a los 22, iba a la facultad embarazada de mí, así que a mí no me quedó otra que estudiar Agronomía”, cuenta riendo el cabañero.
Con el avance de la agricultura y el desplazamiento de la ganadería hacia zonas más marginales, tras el fallecimiento de don Tito, la cabaña de vacas se cerró y ese campo se alquiló para la producción agrícola. “Yo era chico y lloraba. Mi vieja me decía: no te preocupes, en algún momento vas a poder armar vos tu cabaña”, recuerda.
Poco tiempo antes de eso, cuando tenía nueve años, su padre, consignatario de hacienda, llevó a Santiago y a su amiguito Manuel Álvarez a un remate de liquidación de una firma ganadera en Arroyito. Como veía su hijo “medio aburrido”, pensó que sería buena idea adquirir una oveja para que se ocupe de ella. “Pusimos 35 australes cada uno, Manuel -que es como un hermano- y yo, entre los dos compramos una oveja criolla. Ahí empezó mi romance con las ovejas”, repasa Santiago.
A esa primera hembra la llevaron al campo de la familia de Manuel, en Las Varillas, donde ya tenían algunos ovinos. “Esa oveja se reprodujo y Manuel me mandaba cartas contándome de los carneros mestizos para carne que vendíamos y mandándome la plata; y yo en los veranos me iba para allá”, relata.
En el año 89, viendo el entusiasmo de Santiago, su padre le regaló tres ovejas Corriedale con carnet para Don Marcial, una raza doble propósito, para lana y carne que criaron durante pocos años, hasta que entrados los 90 optaron por una raza carnicera como la Hampshire Down. Al principio mestizaban, luego compraron hembras de pedigree y así se fue consolidando la actual cabaña. “Empecé como un hobby, compraba para capitalizarme, pero después comencé a participar de las exposiciones regionales y me iba bien, adquirí genética buena y ya en 2016 me animé a ir por primera vez a Palermo”, cuenta el ingeniero. “Tenía unos animales que eran sobresalientes y me fue muy bien”, destaca.
La cabaña Don Marcial es chica, cuenta con un plantel de 60 madres que se crían básicamente en el casco de la estancia, en el parque y en algunos piquetes abandonados que se reciclaron, porque el resto del campo se alquila para agricultura. “Fuimos invirtiendo en infraestructura pero era todo muy precario, tenemos tranqueras y alambrados del año 60, así que vamos de a poco arreglando”, explica Santiago.
El hito de la Rural
Este año, la 134° muestra de la Sociedad Rural de Palermo tuvo el condimento especial del retorno postpandemia. “Era muy importante porque hacía dos años que no había exposición, fueron dos años muy negativos y todo el mundo necesitaba salir a mostrar sus animales, porque Palermo para nosotros es una vidriera más allá de cómo te vaya”, señala el cabañero. Para esta raza ovina, en particular, es un encuentro crucial ya que “Argentina tiene los mejores Hampshire Down de Sudamérica y vienen desde Colombia, Brasil, Paraguay, Uruguay, todos los años a comprar porque somos los que mantuvimos la línea inglesa que en otros países fueron perdiendo”, cuenta el ingeniero.
Por la importancia de la muestra, para la jura, la Asociación Argentina de Criadores de Hampshire Down trajo al presidente de la asociación de la raza de Reino Unido, un criador de gran renombre en su país.
En esta ocasión, Santiago llevó tres hembras y dos machos a competir a Palermo, y fue acompañado de Nelso Piola, su “papá ovejero” como él lo llama, otro cabañero de Coronel Moldes que lo aconseja en la actividad. De los tres puestos del podio mayor de machos de la raza, se quedó con dos: el Tercer Mejor Don Marcial 363 y el Gran Campeón Don Marcial 367.
“No solo eso, sino que la Gran Campeona Hembra de la raza fue una hija de un borrego de la cabaña Don Marcial. Se conjugaron todos los planetas. Más redondo que esto, imposible. Va a ser difícil volver a lograrlo”, destaca. “Uno trabaja fuerte para llegar pero es difícil mantenerse siempre arriba. Además venimos de una situación muy complicada en el campo, hay una sequía terrible, desde abril que no llueve”, indica.
Los premios dan satisfacción y renombre pero es importante vender, ya que las cucardas no dan dinero. “Si no vendés, las cosas se ponen difíciles, hay que pagar las cuentas”, explica Santiago. Y en ese sentido, también marcó un hito. En el remate del último día de la exposición, logró vender el Gran Campeón en $ 2,5 millones a la cabaña más importante de la raza Hampshire Down de Brasil. Una cifra de excepción, muy distante de la media de los machos que se ubica entre $500.000 a $750.000 y de las hembras que cotizan entre $100.000 y $500.000.
Participar de la Exposición Rural de Buenos Aires requiere mucho esfuerzo y un trabajo en equipo. “Atrás de esto hay mucha gente a la que agradecer: a la gente que está en el campo conmigo, a mi familia, a mis hijos, al veterinario”, enumera. Un agradecimiento especial se lo lleva Julio Cáceres que ganó el premio al Mejor Preparador de Palermo, al quien Santiago trajo de Malargüe. “Esta raza lleva mucha peluquería, hay que lavarla con jabón, después con champú, con agua caliente, luego se le levanta toda la lana y se le da la forma, eso es un arte que se paga muy bien y hay muy poquita gente que se dedica a esto”, detalla Santiago. Y en eso Julio fue el mejor.
Apostando a crecer
Hoy, con 42 años y dos hijos, Santiago vive en Córdoba y gran parte de su tiempo la dedica a al asesoramiento en un campo muy cerca de la ciudad, viajando dos o tres veces por semana a Calchín Oeste para ocuparse de sus ovinos.
El cabañero reconoce que “las cosas están difíciles” en el contexto país. “En Palermo quedaron animales sin vender, muchos productores no saben qué hacer, no se sabe dónde estamos parados, estamos a la expectativa en medio de estos cambios en el Gobierno, no se sabe si comprar o vender, qué va a pasar con la soja, y eso se vio en las ventas. La actividad está muy difícil, no hay que confundirse con este precio de excepción que tuvimos por el Gran Campeón”, señala el productor.
No obstante, los cabañeros ovejeros miran con faros largos y van por más. El año pasado, por primera vez después de 30 años, la Asociación de Hampshire Argentina logró que les habiliten la importación de semen y embriones de Inglaterra y Santiago, a pesar del contexto, decidió apostar. “Las cosas no están bien pero ante la adversidad, hay que seguir invirtiendo, entonces nos asociamos con dos productores más y trajimos diez pajuelas de semen y un embrión para cada uno”, dice. Mientras tanto, calcula el tiempo para ver esa nueva descendencia, apuntando siempre a mejorar un poco más.